El mundo curioso de M’Bopicuá

¿A qué animal del bioparque le gustan los helados? ¿Cuál tiene aire acondicionado en su cuarto? ¿Qué especie trabaja como “despertador natural”? Bienvenidos al mundo lleno de curiosidades de M‘Bopicuá.

Para el curioso y el buen observador, todo animal es una caja de sorpresas. No importa lo común que sea, lo aburrido que pueda parecer, lo feo que resulte según los criterios estéticos personales o lo “inútil” que se lo considere, cada ejemplar de una especie es mucho más que su peripecia accidental en el planeta.

Cada animal –incluyendo el humano- es ante todo una maravilla del diseño natural, una obra de ingeniería que talló la evolución en miles o millones de años, una larga historia de crecimiento en el árbol de la vida que todos compartimos. Cada ramita de él, por pequeña o insignificante que parezca, es única y valiosa. 

En el Bioparque M’Bopicuá se preservan unas cuantas ramas de ese árbol. Es lógico entonces, que haya toda una variedad de curiosidades y peculiaridades para destacar, tanto de los animales en sí como de su relación con el entorno en el que viven. Las siguientes preguntas con respuestas ayudan a conocer un poco mejor el mundo fascinante de M’Bopicuá.

¿Cuál es el animal que duerme más en el bioparque?

El tamandúa gana el premio al dormilón de M’Bopicuá. Puede dedicarle a esta actividad hasta 18 horas diarias, lo que explica que muchas veces no salga a recibir a los visitantes y se quede roncando a pata suelta en su dormitorio.

¿Qué animal come más y qué animal come menos?

El jaguar, además de ser el depredador tope, es el devorador tope, ya que tiene mantener un cuerpo robusto de más de cien kilos. Consume entre tres y cuatro kilos de carne diarios.

 El brasita de fuego, un pequeñísimo y copetudo pájaro, es el que necesita menos alimento: solo unos poquitos gramos de alpiste u otros granos. No en vano son, respectivamente, el animal más grande y el más pequeño del Bioparque M’Bopicuá.

¿Cuántas llaves tienen los cuidadores de M’Bopicuá?

El coordinador del bioparque, Juan Villalba, y los funcionarios, tienen un manojo de cincuenta llaves que corresponden a puertas de recintos y jaulas. No es el único con el que andan a cuestas. Cargan otro con unas veinte llaves de distintas áreas, incluyendo el galpón, veterinaria, cocina y áreas de servicio. En esas veinte están incluidas las llaves de los grandes felinos, separadas de las del resto de los animales.

Puede parecer que los cuidadores se pasean con las llaves como si fueran los serenos de un castillo medieval de cien puertas, pero llevan en realidad un aro metálico que resulta muy práctico.

Los otros habitantes del Bioparque M’Bopicuá

Ya que se habla de “cuidadores” y “funcionarios”, es hora de poner nombre y apellido a los trabajadores mencionados, que día a día realizan junto a Juan Villalba las tareas necesarias para que la vida en M’Bopicuá pueda desarrollarse normalmente. Fueron testigos o protagonistas de algunos de los hitos del bioparque, como el nacimiento de la tamandúa Pereira, el del primer margay o la ocasión en que M’Bopicuá fue el escenario de un insólito pedido de casamiento.

Son cuatro: Eduardo Prestes, Ruben Borges, Fernando Porro y Evaristo Larrosa. Se encargan de muchas de las tareas relatadas en este ciclo, como la preparación de la comida y la alimentación de los animales, el mantenimiento de los espacios verdes, las reparaciones y la construcción de jaulas y recintos para los animales. Sus labores pueden parecer cotidianas (aunque esenciales), pero son muy pocos los que pueden contar en Uruguay que se encargan de alimentar un jaguar, compartir espacio con cinco margays, cuidar de un lago lleno de yacarés o hacer de amos de llaves en los aposentos de doce tamandúas.

Ellos son, junto a Villalba, su esposa Dany y sus hijos Juan Domingo y María Victoria, los únicos seres humanos que día a día comparten con más de sesenta especies el reino animal de M’Bopicuá.

¿Cuál es el animal más ruidoso?

Que se haga a un lado el jaguar, por mucha fama que tengan sus rugidos o por muy atemorizante que sea su aspecto. El animal más bochinchero del bioparque es la seriema, un ave caminadora y con aspecto de estar permanentemente enfadada (no es vano es la parienta viva más cercana de las “aves del terror” que se extinguieron hace más de dos millones de años, temibles animales que ocuparon en Sudamérica el nicho depredador que quedó vacante por la extinción de los dinosaurios).

Sus graznidos agudos y persistentes se sienten desde temprano y suben de intensidad cuando detectan a algún predador, como un zorro o un gato. Las seriemas, junto con los loros y los ñandúes en época de cría, son los despertadores naturales del bioparque.

¿Qué animales visitan M’Bopicuá?

No solo los animales que están en los recintos reinan en M’Bopicuá; a veces se producen visitas de animales silvestres.  Los gatos monteses, por ejemplo, llegan incluso a ingeniárselas para matar a través del tejido a algunas de las charatas o loros chiripepe, y marcan el territorio frente a los gatos que están en cautiverio. Cada tanto aparecen también zorros, mulitas, jabalíes y ciervos, entre otros.

¿Cuál es el olor más desagradable en todo el bioparque?

Son muchos los animales con olores que podrían ser considerados ofensivos por el ser humano. Como en el bioparque hay más de un contendiente al título, no hay más remedio que hacer un ranking.

El primero en esta competición olorosa es el tamandúa, cuyo nombre en guaraní lo dice todo. Se le llama caaguaré, que significa “hediondo del monte”. Su dormitorio comunitario en M’Bopicuá es una excelente muestra, ya que concentra el olor de una docena de ejemplares, todo un arsenal químico para ahuyentar curiosos.

El número dos de este Top 3 de dudoso honor va para el pecarí, que posee una glándula en el lomo que produce una sustancia muy olorosa. Si por casualidad llega a impregnarse en el cuerpo o la ropa, más vale olvidarse de la vida social o de buscar pareja por un tiempo; puede demorar días en irse.

El número tres lo ocupa el venado de campo, un animal ideal para protegerse de un ataque de vampiros. Los machos tienen unas glándulas debajo de las pezuñas que emiten un fuerte olor parecido al del ajo o la cebolla, lo que llama la atención a los visitantes que llegan a sus recintos y que, inadvertidos de esta peculiaridad, husmean con aire de sospecha a sus compañeros.

¿Cuál es la comida más rara del bioparque?

Es hora de hacer otro Top 3. Sin dudas el número uno va para el licuado del tamandúa, que como hemos comentado en otros relatos es una mezcla de Nestum cinco cereales, miel, jugo de naranja, banana, leche deslactosada, ración y vitamina K.

El segundo puesto se lo llevan los tenebrios (los gusanos de la harina) que se crían para alimentar a los pájaros

El tercero es un helado, pero no uno cualquiera, ya que difícilmente se pueda vender en las heladerías de Uruguay.  Es un helado de carne y sangre para el jaguar, con el objetivo de mantenerlo ocupado y activo en las largas jornadas veraniegas. Lamerlo y comerlo le lleva mucho tiempo más que las pocas decenas de segundos que le insumen zamparse entre tres y cuatro kilos de carne.

¿Qué es lo más divertido y lo más aburrido de convivir y trabajar con animales?

Para Juan Villalba, que lleva ya veinte años como coordinador del Bioparque M’Bopicuá, todo lo que implique interactuar con animales es entretenido y apasionante. Especialmente sus encuentros con la margay Margarita, que al tener un sello humano tan fuerte (desde su nacimiento) no puede ser ya reintroducida en la naturaleza. Le es difícil mencionar algo desagradable, pero maniobrar los olorosos pecaríes no es ciertamente su actividad favorita.

¿Cuál es el animal más viejo?

El yacaré Juancho, uno de los pioneros del bioparque, es el veterano de M’Bopicuá. Tiene casi 40 años y es seguido de cerca por el tucán, que tiene unos 35 aproximadamente.

¿Cuál es la especie más amenazada del bioparque?

El animal más raro que posee el Bioparque M’Bopicuá es el ejemplar de venado de campo uruguayensis, el único en cautiverio en todo el mundo. Esta subespecie de los Ozotoceros bezoarticus fue una vez tan abundante en el sur del Uruguay como lo es hoy el ganado, pero solo quedan entre doscientos y trescientos en todo el mundo, reducidos a la Sierra de los Ajos en Rocha.

¿Se conservan algunos animales después de muertos?

Al morir, algunos animales del bioparque no son incinerados ni enterrados. Se los coloca en cámaras de frío para preservarlos. ¿Por qué? Porque serán enviados a colecciones científicas, al tratarse de especies escasas o amenazadas en el territorio. Eso pasa con los tamandúas, margays, gatos de pajonal y cardenales amarillos, todos ejemplares cuyo origen está bien documentado.

¿Qué animales cuentan con aire acondicionado?

No es que sean huéspedes de lujo con piezas de nivel premium, pero algunas especies del bioparque cuentan con aire acondicionado por buenas razones. Los tamandúas conviven en una suerte de espacio comunal, con habitaciones a una temperatura nunca menor a los veinte grados. Lo mismo corre para los coendúes, que tienen una isla climatizada. Ambos son animales tropicales, para los que Uruguay es el límite sur de su distribución.

El otro con suite de lujo es el jaguar, que tiene aire acondicionado en el dormitorio en el que come. Para impedir la “curiosidad del gato”, el equipo está protegido con rejas. Hay buenos motivos: Arandú es persistente y ha llegado incluso a “masticar” la bomba que alimenta el estanque de su recinto, pese a que está protegida con varillas de hierro.


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